miércoles, 1 de febrero de 2012

Recuerditos mortales

Se le educó con estigma de atesorar los recuerdos en lo más recóndito de su alma, y lo hacía, de verdad amaba cada uno, recordaba todo, absolutamente todo.
“No sueltes los recuerdos” murmuraban quienes la rodeaban, pero llegó el momento en el cual no pudo controlarlos, fue una catástrofe, se deslizaron por el río de su espalda, comenzaron a nadar, desatar maremotos, extender las alas para emprender el vuelo y le dejaban las plumas raspando en la superficie. Aquellos recuerdos tomaron posesión de cada pieza que ella conocía, no existía algo que no estuviera embarrado de algún recuerdo que le perturbara el alma.
Eran seres que representaban su historia repetidamente, a veces, eran demasiadas anécdotas para un solo rincón. El un murmullo que se acrecentaba mientras los recuerdos se le escapaban, el murmullo se convirtió rápidamente en múltiples enjambres de abejas; la estaban haciendo ensordecer.
De pronto sus parpados dejaron de luchar y mientras iban cayendo el cataclismo de sus recuerdos iba derrumbando las paredes.

lunes, 9 de enero de 2012

Pensamientos errantes (fragmentos)

Mi madre me heredó el peor de mis males: la muerte.
Un día que estaba tranquila y sin problemas, 
pensé que ese  podía ser el peor de los males.
En algún momento de tanta tranquilidad pequé de insolente:
ahora el mundo me enseña verdaderos males
y no heredados por mi madre,
males que se introducen en las venas 
y me dejan espasmos en el alma.

(...)

Sentimientos que se injertan en el corazón
como si estuviera bebiendo tragos que me dan un coma
en el que no pierdo la conciencia pero me hago dependiente

(...)

¿Y cómo se sabe si sigues queriendo a alguien con las entrañas?
¿Y cómo te desencarnas esa alma que se ciñó a tu mirada?

lunes, 12 de diciembre de 2011

La otredad de la superficialidad

La otredad se perdió, la otredad nunca se tuvo,
la otredad quizá nunca pueble esta humanidad.

Superficial la chica que se preocupa por el cambio climático y sigue encendiendo la luz hasta altas horas de la noche.
Superficial la persona que se burla del otro porque no sabe escribir vaca, la escribe con “b”, mientras ignora que esa persona escribe baca porque… no sé por qué, quizá su hermano estaba muriendo, quizá no tuvo padres, quizá se hizo cargo de su familia, quizá simplemente le dio flojera aprender a escribir Vaca, porque quizá se dio cuenta que saber escribir Vaca no te hace mejor ni peor –bueno, quizá, peor sí–, escribir Vaca no te da humanidad, escribir Vaca con “V” no te hace conocer las manchas de las vacas, escribir Vaca como debe ser no te enseña lo que son las vacas, escribir Vaca con “V” no te hace menos animal que se ese pobre cuadrúpedo que utilizo este momento para llamarte animal. Escribir Vaca y mofarte de quién escribe Baca sólo explaya la insatisfacción que sientes por no poder adquirir un poco de humanidad porque escribir Vaca te hace sentir superior aunque sea en un pedazo de papel que se va a morir pronto o que a nadie le va interesar recordar porque saber escribir Vaca con V muy probablemente no te dé la inmortalidad que estés buscando.
Superficial la persona que no comprende el dolor del otro. Superficial quién siente que su dolor abarca desde la rivera maya hasta el último milímetro de la muralla china.
Superficial la marejada de palabrejas que destruyen a quién se preocupa por sus pantaloncillos abiertamente.
Superficiales todos aquellos que critican sin antes ver que ellos se preocupan por sus pantalones entubados, por parecer Jesucristo crucificado, por traer el peinado de Bon Jovi, por ser “alternativos”. Porque su alternatividad es una cosa superficial que no tiene nada de superficial, al igual que la chica maquillada, la que trae pantalones de marca, la que se ríe y se calla su llanto.
Ambos callan algo en su apariencia.
Maquillaje que tapa las ojeras de un insomnio que te toma del cuello.
Esmalte de uñas que distraen la apariencia de un campo santo mutilado.
Pantalones ajustados que les hacen su personalidad y los encaja en su círculo social.
Ese peinado de Bob Dylan a los 80’s que les ayuda a tapar su cara y sus emociones.
Superficiales aquellas personas que no comprenden el miedo del Otro.
Aquellos que se olvidan de su ser para intentar ser lo que no son para poder criticar el ser del otro, críticar su superficialidad, ellos, ellos sí son superficiales.
Superficial el hombre que se mofa de quién no tiene mujer. Superficial el hombre que no comprende que la mofa del Otro es su ego insatisfecho el que habla.
Superficiales los hombres que se burlan de quien tienen fe sin darse cuenta que ellos tienen fe en nunca tener fe.
Superficial yo que estoy hablando de la superficialidad. Superficial yo que estoy en una otredad que no comprendo.
Hablamos de superficies para no conocer más dolor del que tenemos, para no explotar descubriendo lo que guardan las superficies, lo que callan las “b”, el maquillaje, el esmalte, las pasiones, las burlas, eso es la superficialidad.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Realidad rota de un recuerdo

Cataléptica se queda la vista en el recuerdo
mientras la realidad trota y no es recuerdo
mientras el recuerdo se enreda en la realidad
y la realidad se muere en el recuerdo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Lugar común y bien común

Soy común como un cereal con leche,
como una sonrisa fingida en cualquier político,
como una noche imaginada con luna,
como una persona que le gusta el chocolate,
como un corazón dibujado representando algún amor,
como una noche de viernes con alcohol,
como el gatito que maúlla en las noches solitarias,
como la que finge una sonrisa en un concurso de miss universo,
como las lágrimas de un desamor,
como las telarañas guardadas en una esquina,
como una niña que salta entre la lluvia,
como un libro con letras muertas,
como el reflejo en el espejo,
como un pecado en noche santa.

Yo soy común; me gusta el chocolate,
a veces finjo la sonrisa y a veces no.
Soy tan común que me disuelvo en el aire
y en el tiempo.
Tan común que tengo fecha de expiración.
Tan común que tengo dientes en la sonrisa,
común como un bicho que produce asco.
Común como la comezón de un gato con pulgas.

Común como estas letras que se borrarán y dejaran de existir.
Común hasta en la la tristeza.

lunes, 3 de octubre de 2011

Ácido de luna

Se ha muerto la paciencia en cada una de las nuevas cicatrices que aparecen en mi rostro. Sin embargo siento en cada grave palabra el suspiro que intenta salir y cómo se ahoga en la garganta.

La casi terrible necesidad de elevarme de estas tierras llenas de muertos, vivos y espectros, el matiz en mi cara se vuelve cada vez más seco y cubierto por pedazos de estrellas que son, más bien, rocas porosas. Se sentían las estrellas en mis manos y tan sólo unas gotitas luz las incentivan a encenderse. Un buen día se me ocurrió tallarlas, un día de esos en los que no sobra la pasión desbordada de manera sustantivada que sólo aparece para cambiar las cosas. Las tallé hasta que ardieron mis manos.
Hoy, con el aire oxidado en mis mejillas sentí la incontenible necesidad de masticar la luna, de retenerla en mi boca hasta que se derritiera y chorreara de entre mis labios su dolor ocre. Secuestrarla en mi boca; derretida, añejada y desterrada. Con su agudo sabor a piña agria, desbaratándome el paladar; entre seños fruncidos y pedazos de carne. Que me escaldara la lengua y se me quedara en las encías con su asombroso color de sol, desvanecido por el espacio y la soledad.
Justo cuando supe lo que podría hacer traté poseer los silencios, que mis sosas palabras se quedaran entre los sepulcros de los hombres. Tener entre mis manos el silencio, moldearlo, secarlo, morderlo, zarandearlo, hacer que jugara con las palmas estrelladas de mis manos. Tenerme a mí y nada más.
También deseé tener el poder de matar a las ingenuas cucarachas que andan con sus patitas martillándome los oídos, que defecan en mi cerebro, deshacer esas imprudentes que andan haciendo su escalera a las estrellas para pervertirlas, llenarlas de esa “cualidad” tan peculiar; no morir a pesar de que el polvo intente comerlas, su don de supervivencia. Llenarlas de excremento para adecuarlas a sus necesidades.
Y las estrellas que se oscurecen para que esos pequeños seres pseudo-inmortales introduzcan las patas en su núcleo.
Espero que jamás lleguen a hacer una escalera tan grande.

Cambié mis letras por las de alguien más, deje mis monóxidos por intentar suspirar los de alguien más.