Se le educó con estigma de atesorar los recuerdos en lo más recóndito de su alma, y lo hacía, de verdad amaba cada uno, recordaba todo, absolutamente todo.
“No sueltes los recuerdos” murmuraban quienes la rodeaban, pero llegó el momento en el cual no pudo controlarlos, fue una catástrofe, se deslizaron por el río de su espalda, comenzaron a nadar, desatar maremotos, extender las alas para emprender el vuelo y le dejaban las plumas raspando en la superficie. Aquellos recuerdos tomaron posesión de cada pieza que ella conocía, no existía algo que no estuviera embarrado de algún recuerdo que le perturbara el alma.
Eran seres que representaban su historia repetidamente, a veces, eran demasiadas anécdotas para un solo rincón. El un murmullo que se acrecentaba mientras los recuerdos se le escapaban, el murmullo se convirtió rápidamente en múltiples enjambres de abejas; la estaban haciendo ensordecer.
De pronto sus parpados dejaron de luchar y mientras iban cayendo el cataclismo de sus recuerdos iba derrumbando las paredes.
1 comentario:
Hola, precisas y concisas letras desnudan implacablemente la pureza agreste de este germinal blog,si te va la palabra encadenada, la poesía, te espero en el mio,será un placer,es,
http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen día, besos de agua..
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