Mi madre me heredó el peor de mis males: la muerte.
Un día que estaba tranquila y sin problemas,
pensé que ese podía ser el peor de los males.
En algún momento de tanta tranquilidad pequé de insolente:
ahora el mundo me enseña verdaderos males
ahora el mundo me enseña verdaderos males
y no heredados por mi madre,
males que se introducen en las venas
y me dejan espasmos en el alma.
(...)
Sentimientos que se injertan en el corazón
como si estuviera bebiendo tragos que me dan un coma
en el que no pierdo la conciencia pero me hago dependiente
(...)
¿Y cómo se sabe si sigues queriendo a alguien con las entrañas?
¿Y cómo te desencarnas esa alma que se ciñó a tu mirada?